jueves, 18 de junio de 2015

Aitor



Hoy soñé contigo. Hacía mucho tiempo que tu imagen no ocupaba mi cabeza y ha sido en la tranquilidad de la noche cuando has vuelto. Nos encontrábamos por la calle después de muchos años. Tu vida no era muy diferente de la mía. Bien podrían ser la misma. Tu estabas igual que siempre, con la sonrisa fácil, la mirada intensa, pero a la vez cálida y cercana. Esa mirada en la que tantas veces me fijé, y que aún es capaz de hacerse dueña de mi descanso. Me sonreíste, hablamos un poco. Me dijiste que tu hijo se llamaba Aitor y después de unos minutos nos despedimos. 



Siempre fuimos buenos amigos, nunca nada más. Tus chicos no se parecían a mí, siempre guapos, bien arreglados y elegantes, igual que el marido que te acompañaba en mi sueño. Pero nosotros quedábamos, charlábamos, nos reíamos y eso a mí me servía para seguir alimentando un sueño, que años después se cuela en mi vida, ya sin la fuerza de antes, pero con el recuerdo de esa edad en la que todo era posible, en la que la vida se desplegaba ante nosotros con tantas oportunidades como frustraciones, aunque para estas últimas aún estábamos ciegos. Ciegos por la misma vida. 


La universidad, los años… nos separaron. No nos volvimos a ver. Y yo no he vuelto a saber de ti. Solo se que tu hijo se llama Aitor. Por lo demás, ahora no sé cómo serás, ni dónde vives, ni a que te dedicas, y ya no tengo amigos a quienes preguntar por ti. Tal vez si nos cruzamos en la calle no te reconozca. Aunque lo más probable es que nunca nos volvamos a encontrar más que en la tranquilidad de la noche, el lugar donde el pasado, los miedos y las esperanzas dan lugar a los sueños. El único lugar donde no existe el presente.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Noche de Tormenta



Noche de tormenta. Noche trágica o liberadora. En ocasiones no sabemos leer los acontecimientos de la naturaleza.
Lo encontraron dos días después, atrapado entre unos matorrales en el cauce del rio. Con una importante brecha en la cabeza y la mirada culpable, sin ápice de miedo, del que sabe que la muerte solo es el lógico devenir de los acontecimientos. Al final, no hubo más agonía que la de apurar la botella de vino a solas, junto a la chimenea apagada de esa casa que nunca fue un hogar.
Sebastián se enamoró de Virginia siendo apenas un chaval y nunca pensó que ella terminase accediendo a casarse con él. Su satisfacción y la belleza de ella, le llevaron a pensar que la quería de verdad pero el amor es otra cosa y se traduce en otros hechos. Cacerías interminables, borracheras y algún que otro desliz infiel. Nada diferente a lo que pudiese hacer cualquiera de sus convecinos pero Virginia no era cualquiera de sus esposas. Ella siempre parecía tener guardado algo detrás de esa mirada profunda, de la que Sebastián nunca se sintió merecedor. Siempre dulce y solícita. Buena ama de casa y ningún reproche. Esposa perfecta salvo por los cuatro años que tardo en concebir al pequeño Cesar. Con la única peculiaridad de esa afición que tenía por hacer objetos de cuero que vendía de cuando en cuando en algún mercado. Con eso podía seguir comprando la materia prima a un curtidor que visitaba cada cierto tiempo el pueblo. Nada que a Sebastián le molestase.
Pero aquella tarde, cuando él regresó a casa no estaban ni ella ni Cesar. Sebastián casi ni se inmutó. Tal vez porque lo esperara, o quizá porque lo mereciese. El caso es que llenó la botella de vino y se sentó a vaciarla. Pensó en que no había hecho nunca nada para que ella se mantuviese a su lado, pero no consiguió encontrar tampoco ninguna razón para que se marchase. El no era diferente de ninguno de sus vecinos y a ellos no los habían abandonado. “Maldita tormenta. Ojalá se lo llevase todo por delante.”
Durante años se habló en el pueblo al calor de las cocinas de la tragedia de esa familia y de cómo la riada se los llevó. Solo apareció él, atrapado entre unos matorrales en el cauce del río. De Virginia y del pequeño Cesar no se volvió a saber nada. Y cada noche de tormenta, en las casas se recordaba a esa madre abrazada a su hijo luchando contra la corriente sin que tuviesen ninguna oportunidad de sobrevivir.
Eran recuerdos. La realidad es que lejos de allí, Cesar había crecido junto a su padre, el único hombre que supo estar junto a Virginia en los momentos más amargos de su vida, tras la muerte de sus padres y durante su desgraciada estancia en casa de su tía. Él fue quien acompañó la decisión de casarse con Sebastián y finalmente quién la sacó de aquella existencia sin sentido. Ahora César aprende el oficio de curtidor bajo la cariñosa mirada de su madre, quién después de muchos años puede sonreír sin tener que buscar una razón para hacerlo.

viernes, 11 de enero de 2013

Te escribo a ti

Te escribo a ti pero no te quiero conocer. Si no se quien eres mis palabras serán más sencillas y naturales, y mis pensamientos y sentimientos, seguro que más personales y auténticos. Si se quien eres, no podré hablar con tanta confianza y contar aquello que realmente quiero contar, aunque en realidad no tenga ninguna importancia. Solo se que lo quiero hacer.Y que te lo quiero contar a ti. Tal vez sea falta de personalidad o de autoestima, o lo que sea, pero no quiero dejar de hablar por ello. Porque el tiempo pasa y las cosas que no se cuentan se quedan sin contar, y nada hay que se pueda hacer contra eso más que lo que estoy haciendo. Gracias por ayudarme, porque sino esto sería un diario y no un blog. Y es un blog porque quiero que sea así. Necesito expresar con libertad lo que soy y tener el valor de que tu lo leas... aunque no te conozca y tu a mi si.

lunes, 26 de abril de 2010

Bésame


Bésame
aunque me encuentres dormido,
porque no importa lo que yo reciba
sino lo que tu me des.








lunes, 4 de enero de 2010

Despedidas

Tomaron unas cervezas a modo de despedida. Sentados alrededor de la mesa charlaron como si fuese un día más, intentando guardar en la memoria ese momento para cuando se hiciese necesario revivirlo durante los próximos meses de ausencia de Braulio. Llegado el momento, este se levantó pues era la hora de quedarse a solas con su chica en esa última noche aquí. Unos abrazos, algunas palabras de ánimo y las promesas de que acortarían las distancias con el correo y la red. Braulio marchó y les dejó con la sensación de que ese viaje a la otra esquina del mundo suponía el adios de aquel adolescente, casi niño,(que se creerían ellos que eran...) que un día apareció en sus vidas. Pero en realidad no era así. Braulio dejó de ser niño hace mucho tiempo, casi imperceptiblemente, con la universadidad, los exámenes, el trabajo, los viajes... Muchos años juntos ayudan a que se pierda la perspectiva del paso del tiempo y uno no ve la transformación de el de al lado, hasta que un acontecimiento de este tipo rompe los moldes de la relación y se hace necesario reajustarla.Dicen que le temblaba el pulso en el aeropuerto, sería una bajada de tensión por el calor. Seguro que no eran nervios. Un montón de horas de avión, un país diferente, otro hemisferio, gente nueva, experiencias por vivir. Sabían que todo eso les devolvería ya, un hombre diferente, más alto, más fuerte, más profundo, cubierto con una piel de canguro y con un collar de colmillos de cocodrilo al cuello. Solo les gustaría estar con él para echarle una mano cuando fuese necesario. Y allí quedaron con la cita ya concertada para ese nuevo encuentro, con la certeza de que llegaría pronto y de que será genial.

jueves, 31 de diciembre de 2009

De año en año.

Otro año que termina con luces y con sombras... como todos al final, y otro que comienza con la esperanza intacta, o mejor, por las nubes. Siempre hay que intentar esperar lo mejor porque eso nos ayuda a vivir. Por lo menos a mi. Dejamos atrás momentos que nunca volverán aunque a mi me cueste aceptarlo pero no puedo permitir que esos sentimientos me lastren a la hora de seguir el camino que todos tenemos por delante. Es necesario rearmarse despues de cada derrota y aceptar que hay que seguir hacia delante confiando en que seremos capaces de dar siempre un poquito más. No os rindais. Yo intentaré no hacerlo y ahora incluso me permito el lujo de deciros que intentare ayudaros a vosotros también a levantaros y a seguir caminando y con algunos hasta correré. Siempre que vayamos juntos nos irá mejor, de verdad. No os dejéis engañar por todas esas voces que llaman al individualismo. Es mejor ir juntos.
Yo me compreto a acompañaros. Un abrazo muy fuerte a todos.
Nos queda tanto por hacer y por vivir...

miércoles, 23 de diciembre de 2009

En positivo

Tal vez sean los nervios propios de las inminentes vacaciones, o la euforia de las navidades que tanto me gustan (aunque aunque esté más de moda lo contrario) el caso es que durante esta última semana he dormido poco sin importarme, vivo en una actividad casi constante y disfruto casi de cada momento. Es curioso comprobar la importancia y la influencia que tienen nuestros estados de ánimo en el día a día. En otras circunstancias no podría ni plantearme vivir a este ritmo porque me parecería inhumano y estaría convencido de que mi organismo no está capacitado para tanta actividad. Qué cosas ¿Verdad? Somos capaces de convencernos de lo que haga falta para justificar aquello que nos conviene.

De vez en cuando me cruzo con gente que por alguna extraña razón tiene días más largos de lo habitual. Esa debe de ser la explicación a que su vida sea tan fecunda y si le quitamos la fe pues que al menos les cunda tanto. Son personas que cuando cuentan la cantidad de cosas que hacen al cabo del día me abruman. No a malas eh, pero al compararme con ellos pienso en como aprovecho yo mi tiempo. Pero no me quiero desviar, que es de otra cosa de lo que estoy escribiendo.

Quería escribir que muchas veces nuestra vida depende casi totalmente de nuestro estado de ánimo. Según como nos encontremos afrontamos de una manera más positiva o menos aquellas escenas que aparecen sucesivamente en la película de la que somos protagonistas. Y ya no solamente influye en la forma en la que nos posicionamos ante ellas sino que también nos lleva a modificar nuestras energías, la capacidad de esfuerzo y sacrificio e incluso nuestra efectividad.

Todo esto me hace pensar en que esas personas que me asombran con lo productiva que es su vida normalmente es gente que se entusiasma con aquello que hace y concentra toda su atención en conseguir sus objetivos y no por ello son competitivos o egoístas. Tan solo la ilusión de alcanzar aquello que persiguen es capaz de superar miedos, cansancios y desilusiones. Y yo veo que en ocasiones esa actitud aparece en mí también. Quizás algo intermitente y tímida pero está ahí y pienso y sueño que es posible que cada vez se haga más importante en mi vida y me permita reconocer en un futuro que puse toda la carne en el asador y que además quedó jugosa…