Transcribo aquí las impresiones de los últimos días pasados en Perú de Ulises y Baco. Gracias a este último podemos contar con este valiosísimo documento además de con el trabajoso reportaje gráfico. Os dejo con el.
"Tenéis razón. Quizás os debía al menos un resumen de lo que no pudisteis ver en el resto del viaje.
El día 11 de octubre por la noche Luis y yo despedimos a nuestros amigos con todo el dolor de nuestro corazón, bueno con bastante, que no hay que exagerar tampoco. Después de un descontrolado maremágnum de besos y abrazos, nos fuimos tristes y desolados para casa de Álvaro. Tal era nuestro pesar, que de camino buscamos un bar donde ahogar nuestra reciente pena por la partida de los compañeros que viajarían de madrugada. Lo que en aquel garito pasó, aparte de escuchar música que no recuerdo pero que se dejaba oír, y de beber unas cervezas enormes y amargas pero que se dejaban beber, es sencillamente secreto de sumario. Lo que sucede en la cancha se queda en la cancha. El resto de la semana estuvimos alojados en la Calle Grau. Álvaro y Manuela fueron extraordinarios y nos hicieron sentir como en casa. Aprovechamos para ver algunas cosas de Lima que aún no conocíamos. Además del centro, visitamos calles menos turísticas y lugares más puramente limeños donde pudimos tomar el pulso a una ciudad que no deja indiferente.
Conocimos la agencia EFE, donde Álvaro trabaja, y nos informamos de primera mano sobre la reciente y no tan reciente historia del Perú. Cenamos varias noches diversos platos de cocina internacional (entre 2 madrileños, una argentina y un riojano…) y bebimos vinos chilenos y argentinos de diferentes variedades. Y la verdad es que algunos no estaban nada mal. Qué bueno es abrirse y probar los productos que este mundo globalizado nos ofrece! Y saber valorarlos y disfrutarlos en su justa medida! Pero qué difícil es ser humilde siendo riojano y estando acostumbrado a lo mejor a diario! (Bueno, mejor dejamos este tema)
El día 11 de octubre por la noche Luis y yo despedimos a nuestros amigos con todo el dolor de nuestro corazón, bueno con bastante, que no hay que exagerar tampoco. Después de un descontrolado maremágnum de besos y abrazos, nos fuimos tristes y desolados para casa de Álvaro. Tal era nuestro pesar, que de camino buscamos un bar donde ahogar nuestra reciente pena por la partida de los compañeros que viajarían de madrugada. Lo que en aquel garito pasó, aparte de escuchar música que no recuerdo pero que se dejaba oír, y de beber unas cervezas enormes y amargas pero que se dejaban beber, es sencillamente secreto de sumario. Lo que sucede en la cancha se queda en la cancha. El resto de la semana estuvimos alojados en la Calle Grau. Álvaro y Manuela fueron extraordinarios y nos hicieron sentir como en casa. Aprovechamos para ver algunas cosas de Lima que aún no conocíamos. Además del centro, visitamos calles menos turísticas y lugares más puramente limeños donde pudimos tomar el pulso a una ciudad que no deja indiferente.
Conocimos la agencia EFE, donde Álvaro trabaja, y nos informamos de primera mano sobre la reciente y no tan reciente historia del Perú. Cenamos varias noches diversos platos de cocina internacional (entre 2 madrileños, una argentina y un riojano…) y bebimos vinos chilenos y argentinos de diferentes variedades. Y la verdad es que algunos no estaban nada mal. Qué bueno es abrirse y probar los productos que este mundo globalizado nos ofrece! Y saber valorarlos y disfrutarlos en su justa medida! Pero qué difícil es ser humilde siendo riojano y estando acostumbrado a lo mejor a diario! (Bueno, mejor dejamos este tema)
Tuvimos experiencias innovadoras. Al menos para mi fue la primera vez que me afeitaron en mi vida. Un agradable y correcto barbero con 40 años de experiencia, los mismos que la barbería y todo lo que allí había, nos afeitó con pericia y diligencia.
También vimos la galería comercial más impresionante que recuerdo: “Polvos azules”. Ni idea de por qué ese nombre. Está formada por un laberinto de infinitos pasillos con pequeños puestos donde se puede encontrar de todo y buen precio. Y cuando digo de todo no bromeo. Absolutamente cualquier cosa y de cualquier marca. Si, si. Pensar cualquier cosa, que estaba!
Hicimos un viaje de 3 días a la Selva Central. Salimos de Lima por la noche y viajamos en autobús unas 7 horas hasta Tarma. Allí fueron a buscarnos los guías que habíamos contratado el día anterior por teléfono. Perico, el ciclista, y Antonio, el conductor. Desayunamos con ellos un caldo de gallina, que además del caldo, lleva un kilo de pasta, media gallina y un huevo, supongo de esa misma gallina. O de otra, qué más da. Un café, y emprendimos viaje en coche hacia la sierra. Tras varios rodeos por confusiones entre caminos que parecían iguales, un par de averías del coche y alguna parada para recoger las piezas de las bicis que se iban cayendo, llegamos al punto más alto de la jornada a unos 4200m.
El frío era tan impresionante que bajamos a un pequeño pueblo a 3500m, donde montamos las bicis e iniciamos el descenso hasta la población de La Merced, a unos 500m. Pasamos de 0º a 32º, de llevar toda la ropa que teníamos a quitarnos prácticamente todo. De la sierra a la selva. Lo que allí se viene a llamar la “Ruta de los Misioneros”. Toda una experiencia. Gran parte de la bajada de más de 100km la pasamos retirando piedras del camino para que pudiera pasar Antonio, que más de una vez se jugó la vida apurando las ruedas al borde del precipicio. Pasamos por pueblos pequeños donde niños sucios pero alegres nos miraban como si fuéramos marcianos. Conocimos muchos paisanos de las aldeas cafeteras. Perico es por allí toda una institución. Atravesamos ríos profundos y caudalosos donde no siempre había puentes, paisajes montañosos donde la vegetación tapiza y pinta de verde hasta las cumbres, y después de bajar por valles infinitos llegamos, ya de noche, a La Merced.
Buscamos un sitio donde descansar y dormir asimilando y ordenando tantas imágenes acumuladas a lo largo del día. Al día siguiente contratamos otro guía e hicimos un recorrido a pie por una zona de selva cercana a La Merced, remontando un río por el cauce y trepando por innumerables cascadas.
Recorrido corto pero no menos espectacular. Pasamos el resto del día paseando y disfrutando de los riquísimos jugos de las frutas de la región y cenamos Zúngaro, un pescado de río bastante bueno.
El día 17 de octubre volvimos a Lima. Vuelve a subir en autobús hasta más de 4000m, donde por cierto estaba nevando, y baja hasta Lima al nivel del mar.
Y eso es todo. De el día 18 tampoco os puedo contar nada. También es secreto de sumario, al menos para este blog.
Esa noche, a las 00.55h, y después de un minucioso registro por parte de dos policías peruanas, yo cogí el avión más triste de mi vida. El vuelo 577 de la línea Aeroméxico con destino a la más absoluta desolación; partió hacia el norte con mi maleta llena de sueños recién nacidos, con un montón de recuerdos emborronados en un cuaderno donde ya no estaba Machupichu, y con un corazón sellado para siempre. Pero eso es otra historia…"
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