martes, 21 de octubre de 2008

Machu Picchu

Y por fin.... Machu Picchu. Después de pasar varios días en Perú visitando difenrentes enclaves naturales, recintos arqueológicos y ciudades de lo más variado llegó el día de conocer Machu Picchu. La noche antes comentábamos en el hotel que teníamos algún temor de que después de las altas expectativas que nos generaba esa visita tal vez en alguna medida nos decepcionara por todo lo que esperábamos de ella después de tantas fotos vistas y tanta información recibida. Pero en absoluto fue así. Cuando llegas allá arriba y contemplas lo que te tienes alrededor quedas impresionado. Las ruinas, los picchus, toda la geografia que te rodea, el rio... es impresionante. Nosotros tuvimos el "privilegio" de entrar de los primeros y poder disfrutar de todo ello con muy poquita gente alrededor. Fue un momento priviligiado que os contaré enseguida.


Esa mañana madrugamos más que ningún día. A las cuatro de la mañana ya estábamos saliendo de la cama. El motivo: queríamos subir en el primer autobus de la mañana que salía a las cinco y media. A eso de las cuatro y media ya estábamos haciendo cola en la parada del autobus y no eramos los únicos. Allí desayunamos un plátano que cogimos en el hotel y una buena mujer estaba por allí con unos termos de cafe y coca y un rico bizcocho de frutas. A mi me supo a gloria. Mientras desayunabamos comenzó a clarear y allí ya empezamos a vislumbrar un poco de todo lo que nos iba a deparar ese día. Comenzaron a recortarse en la oscuridad las siluetas de las montañas que encajonan el pueblo de Aguas Calientes. Ascendimos con el autobus hasta el recinto arqueológico y a las seis de la mañana abrieron las puertas. Sin prisa pero sin pausa fuimos paseando hasta la entrada del Huayna Picchu para ver como andaba el percar y sopesar nuestras posibilidades de subir hasta allá arriba. Para los que no lo sepais el Huayna Picchu es el pico que más alto se ve en la clásica foto de Machu Picchu. Hay una empinadisima subida hasta allí por escaleras labradas en la piedra hasta unas edificiaciones que se encuentran en el mismo pico de la montaña. El subir hasta allí se había convertido en un reto del grupo y no queríamos perder la oportunidad. La verdad es que todo nos salió de cine. Pudimos elegir la hora de subida (Solo pasan 400 personas al día en dos turnos 7 y 10 de la mañana) que fueron las diez así que nos fuimos a dar un paseo por las ruinas en esos momentos en los que todavía no había mucha gente. Fue una pasada pasear por alli con las primeras luces del día, entre las ruinas, viendo como ascendían las nubes desde el rio. No se la cantidad de fotos que pude hacer durante este rato. Era un intento de poder fijar tantas sensaciones y estimulos que iba recibiendo y que no quería perder. Después de este rato privilegiado teníamos concertada una visita con un guía que nos hizo un pequeño recorrido por el recinto indicandonos las zonas y los usos de las edificacinoes más importantes. Luego tuvimos otro rato libre en el que yo me dedique a vagabundear por allí buscando los rincones menos transitados y luego remonté hasta donde me dió tiempo el antigo camino inca por el que alguna gente llega hasta Machu Picchu andando. Desde allí pude disfrutar de unas vistas espectaculares de la ciudad.



A las diez habíamos quedado para iniciar la ascensión al Huayna. Cuando llegué al punto de encuentro me dijeron Adolfo y Luis que Carol y Miguel ya habían tirado para arriba para ir más tranquilos. A nosotros nos toco esperar un poco más y tuvimos que aguantar durante ese tiempo a unos argentinos pesadisimos debatir sobre lo que para cada uno significaba trascendencia y transcendecia. Impresionante. Y comenzamos a subir suavecito primero, una pequeña bajada y luego lo gordo todo para arriba, sin descanso, con los escalones más empinados cada vez. Tengo que decir que resultó duro aunque volvería a subir ahora mismo por repetir la experiencia de estar allí, subiendo por aquel camino en medio de todo aquello (se me ponen los pelos de gallina). El final cada vez se complicaba más, por fin vimos a Miguel arriba y nos alegramos por dos cosas. La primera por que lo había conseguido que durante el camino comentabamos si habria sido capaz de llegar hasta el final y la segunda porque y nos quedaba poquito para llegar a nosotros. Terminamos la ascensión pasando por una cueva en la que entre el cansancio y la mochila pensé que me quedaba atascado y aparecimos en toda la cima del Huayna. Indescriptible la sensación aunque el objetivo de esto sea intentar describirlo.



Te sientes en la cima de todo con algo tan grande e impresionante como Machu Picchu a tus pies. Genial. Tras un momento de descanso y unas fotos comenzamos a bajar que no era nada fácil en algunos tramos por la dificultad del terreno y el cansancio acumulado.



Al llegar abajo Adolfo, Luis y yo todavía nos dimos un paseo por la ciudad y nos sentamos un buen rato a contemplar todo aquello como recargando nuestra memoria con informació e imagines que nos ayudasen a guardar un recuerdo lo más nitido posible de aquello que estábamos viviendo.


Y también hacernos unos Cobra Kein.

De allí y después de siete horas cogimos el autobus hasta el pueblo. Comimos en el garito de un tipo que se hacía llamar Number One... sin comentarios, y luegos nos fuimos a darnos un chapuzon a las termas del pueblo que nos vinieron de lujo. De allí al tren donde nos esperaba un largo, largo camino hasta Cuzco.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que hermoso te felicito...Suerte en cualquer otro viaje que tengas que hacer tambien esta en mis planes ir algun dia a "peru".